jueves, 10 de marzo de 2016

JUSTICIA Y PAZ EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Por Mag. Esteban Arias


Introducción
1.     La razón del tema
Entiendo que el Seminario Teológico Presbiteriano aborda este tema porque quiere llenar de contenido cristiano y sentar su posición en torno al proceso de paz que por estos días adelanta el gobierno colombiano con un sector de la insurgencia. Nada más importante para una institución cristiana que construir su currículum a partir de las realidades políticas, económicas, sociales, culturales,  teológicas y eclesiales, a la vez que se deja interpelar de las realidades complejas de su entorno como criterio para la formación del pueblo cristiano y sus allegados.

 No es un secreto para nosotros que la sociedad colombiana desde la propia conquista española, encarna una problemática aguda de falta de justicia y como consecuencia de esa ausencia de justicia la violencia, la muerte, la pobreza extrema  y el atraso injustificado de muchos sectores de nuestra sociedad. La Iglesia Cristiana frente a esta situación ha privilegiado el crecimiento interno a través de la conversión del individuo por encima de una visión que involucre la transformación social y la búsqueda  de la justicia y la paz, al estilo del concejo de Jeremías a los deportados en Babilonia (Jeremías 29,7). Es por esta razón  que la Iglesia Cristiana en general y la Iglesia Presbiteriana en particular, con mayor razón, deberían cambiar su visión de la justicia si pretenden acompañar el actual proceso de paz, reconociendo que para lograrlo, el gobierno actual guiado por un sector del sistema judicial ha ido  transformando el concepto católico de justicia por  uno considerado calvinista, mediante la expedición de la Ley 906 de 2004[1]. Lo que esto significa es que en medio de este sector de juristas que han creado la ley de justicia y paz,  es claro que la fuente de este nuevo sistema en Colombia que va a permitir justamente el logro de la paz con la insurgencia, no es otro que el calvinismo que, de una manera o de otra,  en parte, representamos quienes estamos en este recinto. Es por eso que considero que este seminario al escoger hoy este tema ha sido guiado por el Espíritu Santo y que no deberíamos perder la oportunidad para dar inicio a un proceso de  estudio y profundización  de este asunto comenzando con el abordaje de textos como el contrato social de Juan Jacobo Roseau, la estirpe calvinista de nuestras instituciones políticas de Alfonso López Michelsen, la ética protestante y el espíritu del capitalismo de Max Weber  y toda la documentación que soporta la implementación de un sistema de justicia que cambia la ley punitiva representada en la cárcel, a un sistema que permite la restitución plena de la víctima como castigo para el victimario, entre otras penas de carácter restitutivo.  Luego, se hace imperativo el conocimiento por parte de la Iglesia Cristiana de la historia del conflicto colombiano y ver hasta qué punto este conflicto es producto de la injusticia de las estructuras de pecado que no ha permitido el logro de la paz  a lo largo y ancho de nuestra historia como nación como parece ser el planteamiento de fondo de Santiago Gamboa en su libro “La Guerra y la Paz”[2]. Luego, se  hará obligatorio nuestro abordaje de la teología y especialmente de los planteamientos sobre el tema de tan extensa y profunda manifestación  a lo largo y ancho de las Sagradas Escrituras.

2.     La justicia y la Paz en el Antiguo testamento

2.1.         Generalidades
Como es de suponer, una temática como la que se nos pide para este corto espacio del que disponemos no podrá pretender abarcar toda la riqueza y amplitud  con que aparece en las líneas de los libros del Antiguo Testamento. Por eso, en esta parte sólo pretendo presentar algunos pocos y generales abordajes que nos dan una idea amplia de la importancia y centralidad de este tema en el Antiguo Testamento.

En el Pentateuco y especialmente en el libro de Génesis es claro el logro de la paz mediante la aplicación de la justicia: esa es la razón por la que grupos tan diversos que antes llegaron a enfrentarse de manera violenta y a eliminarse como el caso del asesinato de Abel a manos de su hermano Caín (Génesis 4, 8) llegaron a hermanarse y a considerarse miembros de una misma familia, reconociendo, a la vez, la identidad y la unidad de sus distintos dioses originarios (Ex 3,6). Esta experiencia originaria tuvo mucho que ver con la fe en la promesa de Dios que consistía en el crecimiento, libertad y unidad de su pueblo. La lucha por el logro de este proyecto de pueblo es lo que le fue considerado por justicia al grupo de Abraham (Génesis 15,6).

Luego, en el libro del Éxodo Dios mira la injusticia cometida en contra de su pueblo en Egipto y desciende para liberarlo, para redimirlo, para salvarlo. De esta manera le promete  la paz mediante el ofrecimiento de una tierra prometida  que había necesidad de conquistar. Así se plantea el modelo de una paz que se consigue mediante la violencia como también ocurre en el libro de Josué, frente a una paz que puede ser conseguida mediante el diálogo y la inclusión como ocurre en el libro de los jueces (véase Jueces 3,5-6 por ejemplo). De esta manera, la idea del logro de la paz propia, mediante la eliminación de otros pueblos, queda sólo en la mente de escritores que quisieron imponer su propia idea de justicia y de paz mediante la irrupción de un Dios que impone con violencia su proyecto, mientras que de fondo permanece la experiencia de la justicia de un Dios que se vale del diálogo, de la inclusión y del amor como manifestación más hermosa de su proyecto, como podemos leer en la poesía como la del Cantar de los Cantares y el Libro de Ruth. Luego, también se hace clara la idea de la justicia de Dios concebida como castigo, como consecuencia de la violación de las normas que habían sido concebidas en aras de la convivencia según el decálogo (Ex 20), el código de la alianza (Ex 21-23) y el código deuteronómico  (Dt. 12-26). A pesar de que el modelo del logro de la paz mediante el castigo se hace evidente mediante el destierro (Jer 52,4-34; 2 Reyes 25, 1-30), permanece la esperanza de la reconciliación y la paz entre las naciones proyecto que deberá liderar Israel para convertir sus  armas bélicas en herramientas de trabajo y para evitar que se adiestren más para la guerra (Is 2,4; Jl 3,10).

2.2 Aproximaciones más específicas a la Justicia y la Paz en el AT

En el siguiente apartado quiero interactuar con Francisco Castro, quien realiza un recorrido por el AT, rescatando aquellos elementos más sobresalientes de la relación justicia y Paz que forman parte del proyecto del Dios de Israel:

El Dios del AT es un Dios  que se involucra  en las problemáticas más sensibles de su pueblo, que a la vez que lo libra de la opresión de Egipto como acto de justicia restaurativa, les pide que, a su vez, sean justos, que actúen en honor a la verdad: "No tuerzas el derecho del pobre en su pleito. Aléjate de causas mentirosas, no quites la vida al inocente y justo; y no absuelvas al malvado"  (Ex 34, 5-7); el libro del Levítico nos ofrece un listado de vicios que hay que erradicar de la convi­vencia puesto que atentan contra la justicia y contra el Dios de la misericordia. (Lv 19, 11-18); El libro del Deuteronomio perfila la estructura social y moral de la nueva sociedad hebrea en base a la justicia y a la compasión hacia los menos favorecidos (Dt. 15,7-10); El libro de Job aborda el tema de la justicia y la retribución poniendo en entredicho la teoría clásica según la cual cada persona tiene lo que se merece  (Job 29, 12-17).

Los profetas eran hombres de Dios, voceros (nabim)  entre el Creador y sus criaturas, la voz de la conciencia de las sociedades en la medida que eran videntes (Roeh) y que pudieron intervenir en medio de sus problemas y conflictos más urgentes,  que vivieron su misión desde un profundo compromiso con sus tiempos, luchando siempre, en nombre de Dios, para neutralizar el poder demoledor del pecado personal y social. Una temática recurrente en los libros "proféti­cos " de la Sagrada Escritura es la de la justicia social como motor de cambio de las relaciones entre Dios y los seres humanos. Los profetas hicieron suya la voz de los pobres, de los frágiles, de los desvalidos. Por eso mismo podemos afirmar que ellos son los heraldos de la justicia divina, los divulgadores de un mensaje de paz que se cimienta en el restablecimiento de unas relaciones sociales justas.

Jeremías es uno de los máximos exponentes de esta tendencia. Para este profeta sacrificado por la causa humana Yahvé es un Dios de justicia que tiene entrañas de misericordia (Jr 23, 5-6); El libro de Isaías constata la lucha del profeta entregado a una causa contra viento y marea. La justicia de Dios quema por dentro las entrañas del hombre que lucha por purgar los males de su sociedad para que sus contemporáneos vuelvan su corazón hacia el autor de la vida. La conversión tiene mucho que ver con los demás, con la justicia y la atención a los más débiles. Isaías es voz de la ira de Yahvé cuando comprueba todas las maldades que hacen pre­sa de los corazones humanos (cfr. Is 5, 23; 10,2; 29, 21; 30, 18). Pero aun así,  siempre queda un espacio para la esperanza: justicia y paz serán el signo divino del orden cósmico de los seres humanos consigo mismos y con Dios (cfr. Is 58, 1-10). Una justicia y una paz que tienen que ver con la venida del Justo, del enviado, a quien los evangelios identificaron luego con Jesús de Nazaret, aquel que vino a sellar la paz con Dios a través de la justicia misericordiosa del Padre (cfr. Is 42, 1-7);

Amós, por su parte, patentiza la situación de opresión y abuso de los más débiles co­mo actitudes que Yahvé aborrece hasta el extremo. La realidad histórica del pueblo ele­gido es una etapa más de la historia de la salvación. Lo hecho en contra de una criatura humana es ofensa a Dios porque un padre no puede permanecer inmutable cuando un hijo es atacado en su propia dignidad  (Am 5, 12-14); Malaquías, por su parte, certifica que al final el juicio de Dios se hará presente entre las naciones para poner al justo en su lugar y decidir la suerte del opresor;   La justicia se opone a la maldad que es contraria a todo bien. La experiencia sapien­cial hebrea dejó transmitida para la posteridad su enseñanza: "Alegría para el justo es el cumplimiento de la justicia, pero horror para los que hacen el mal"  (Prov 21, 15). Concepto que ensalza como sabio al que practica la justicia. Los judíos de entonces, y nuestros contemporáneos, todavía saludan con la palabra hebrea shalom que significa literalmente "paz". Y es que la paz originaria del paraíso, tal y como la describe el libro del Génesis, sigue siendo el estado de cosas deseable, aunque la historia pasada y reciente, también la historia de la salvación, sea una cons­tante lucha entre el bien y el mal que destruye todo lo bueno que Dios hizo al crearnos. La paz en realidad es más que la no-guerra (aunque el Israel de Dios tuvo mucho que ver con acontecimientos belicosos). Una paz que sólo se construye sobre la base de la justicia tal y como queda ya dicho.

Así pues, parece quedar claro que el Dios Yahvé del AT es un Dios de justicia más que justiciero, aunque a veces el fervor nacionalista de un pueblo parezca indicar lo contrario. Nunca es baldío el esfuerzo por purificar la imagen, o imágenes, que baraja­mos de un Dios que se deja cazar por nuestro raciocinio y nuestra sensibilidad. En este mismo sentido el AT es el mejor campo de abono sobre el que hacer germinar la teología del NT, un nuevo modo de entender la vida y las relaciones humanas. Jesucristo será la última palabra en este proceso de continua revelación, la palabra decisiva a través de la cual Dios se hace oír de un modo definitivo. Por eso ahora pasamos a analizar sumariamente los conceptos “paz y justi­cia" desde la óptica de los autores sagrados del Nuevo Testamento. Y cabe comenzar afirmando que las plumas de estos autores inspirados reconocerán sin lugar a dudas que la justicia y la paz son cimientos del nuevo Reino que inauguró Jesucristo, el Hijo de Dios, quien con su propia vida nos legó el tesoro del amor al prójimo como regla y medida de todo progreso.

Habiendo abordado el tema de manera general, me propongo ahora realizar una investigación más específica de la terminología de la justicia en Isaías 1 para luego indagar en torno a la terminología respecto del tema de la Paz y posteriormente establecer la relación de dependencia entre estas dos categorías.

3.     La justicia  y términos relacionados a partir de Isaías 1

3.1.         terminología
El texto recoge los términos más usados en el AT para tratar el tema de la justicia y el derecho. Ellos son, mishpat, shafat,  rib (v. 17); yakah (v. 18); mishpat, sedeq (v. 21); shafat, rib (v. 23); shafat (v.26); mishpat (v.27). Los sujetos de estas acciones jurídicas son siempre el oprimido (hamoz), el huérfano (yatom) y la viuda (almanah).
3.2 Sentido de Justicia y términos relacionados

Shafat
Designa una acción que restablece el orden perturbado de una comunidad de derecho. Se verifica en una relación triangular: Dos hombres o dos grupos de hombres cuya relación está turbada vuelven al estado de Shalom por medio de un tercero o de terceros (Is 2,4=Miqueas 4,3; Gn 16,5; Ex 18,16; Nm 35,24; Dt 1,16; Jue 11,27; 1 Sm 24,13; Is 5,3; Ez 34,20).  Según algunos, Shafat tiene lugar cuando se elimina la causa del trastorno entre X i Y por medio del que juzga. Si uno de los litigantes es la causa del trastorno tiene que ser eliminado: el asesino es entregado por medio del Shofet  o juez de la comunidad al vengador de sangre (Nm 35,24). Según esto, el Shofet tendría una doble función. Por una parte une las partes en litigio, por otra las separa al excluir a una de ellas del  ámbito jurídico en cuestión. Según otro punto de vista, juzgar no significa constatar hechos delictivos y en virtud de esta constatación, pronunciar sentencia y condenar, sino que en hebreo “juez” y “auxiliador” son conceptos paralelos. En la óptica de lo dicho anteriormente,  shafat se entiende como salvar. Ese es el sentido en Is. 1,17. 23; 11,4 en donde el objeto de shafat son los pobres indefensos y oprimidos. Así se entiende que  el Deuteronomista pudiera identificar en el libro de los jueces a los salvadores (Jue 2,16-19). La doble función de absolver y condenar se ve, sin embargo, en textos como Dt 25,1: : “cuando entre hombres haya un pleito pendiente (rib) irán al mishpat  y serán juzgados (Shafat): se absorberá al inocente (sdq) y se condenará (rs’) al culpable (2 Sm 15,4).

Mishpat
No solo designa el acto de shafat, sino también lo que pertenece a los pobres. Mishpat como término judicial encaja en este amplio horizonte semántico de “lo que corresponde a uno”: Significa ante todo, la sentencia del tribunal. Esta sentencia es oral (Dt 17,9) y la emite el juez (Jr. 21,12). El concepto opuesto a mishpat como sentencia es ‘af / ira (Jr 10,24). Conforme al carácter del proceso judicial israelita, mishpat designa también la propuesta de sentencia que puede ser presentada por el acusado o por el acusador, pero también en el procedimiento de arbitraje, por el juez (Nm 27,4s). Puesto que las leyes casuísticas surgen de las declaraciones y propuestas de sentencia de los procedimientos de arbitraje, mishpat designa también la ley casuística: mishpatim, es decir, normas para la administración de justicia de la jurisdicción laica local (Ex. 21,1-11).

Sedeq
En acádico aparece solo en nombres personales; en árabe se utiliza para expresar, sobre todo, “verdad” de una afirmación;  en arameo judaico y hebreo medio, el sustantivo significa “beneficencia, limosna”, juicio o condena de parte de Dios. Sedeq se refiere al orden adecuado, sedeqah a un orden que conduce al orden. En la definición tradicional se trata de una conducta recta conforme a las normas de la ley divina, en una idea absoluta de justicia. El concepto opuesto se consideró como expresión de una vida sin Dios y sin ley (anomos-LXX).  Se dice que se refiere a una norma fija. Antes del exilio, sin embargo, no hay referencia a una determinada norma fija, es decir, a los mandamientos divinos y cuando en narraciones antiguas sedeqah va más allá de una situación obligatoria (Gn 38,26), se excluye toda referencia. En textos tardíos hay también poca referencia a la torah con excepción de Dt 4,8; Sal 19,10;  y Sal 119. Así pues, no se puede probar su vinculación a una norma establecida. Se ha entendido también sedeq como una conducta adecuada a la comunidad.  Se trata de relaciones comunitarias institucionalizadas, que luego se mantienen y conservan por medio de acciones propias de Sedeq y de integridad incluso en la praxis económica (Lev 19,36) o que independientemente de toda relación comunitaria se debe usar la medida exacta.

Rib
En el caso de conflictos de personas contra grupos (Jue 6,31) indica que la endeble institución del conflicto prejudicial tenía lugar, sobre todo, en aquellos casos en que, debido a la asimetría del conflicto, la disputa prejudicial solo puede resolverse en perjuicio de la parte más débil. En el ámbito del conflicto judicial, rib designa la “vista de la causa del pobre esto quiere decir que el conflicto es simétrico aunque no haya igualdad entre las partes. Si en el proceso judicial se rompe la simetría, se quebranta el derecho (Ex 23,3.6; Job 31,13-15). En lo teológico, Yahve aparece como sujeto disputa contra los enemigos del orante (Sal 31,21); como defensor del derecho (Is 19,20); y en disputa contra su pueblo (Is 3,13).

4.     Paz como Shalom
En una investigación de carácter semántico que realizó M. Carmen Martín  se dice que “El ámbito semántico del sustantivo shalôm abarca principalmente dos concepciones: “paz, amabilidad” y por otra “bienestar, prosperidad, fortuna”. Como significado básico de la palabra se indica casi siempre la idea de “totalidad”. Una palabra con la que aparece unida a menudo es con tsedaqah (justicia). No habrá paz sin justicia. Lo que quiere Dios es la justicia, y ésta expresa una realidad análoga a shalôm, a saber, el estado normal tal como es querido por Dios Is 32,17;48,18; 60,17; Ez 13,10; Sal 85,11.
La paz es vida, salvación (2Sam 19,18 ss). Es el estado donde se vive sin angustia, sin obstáculo, sin opresión, feliz. También es la prosperidad temporal o la salud, que consiste en ser salvado de los peligros que amenazan los bienes o el cuerpo. La paz significa también amistad, acuerdo, alianza, una relación de buena vecindad.

El concepto hebreo de paz se fue cargando con el tiempo de un fuerte significado teológico expresando un bien definitivo, un valor absoluto. En Israel llegó a designar la meta de todas las aspiraciones. Para la cultura actual, la paz es más bien un medio, una condición. Gracias a ella, se puede trabajar, progresar, conocer y poseer el mundo. Para el pueblo de Israel es un fin en sí misma.

La paz hebraica es capaz de expresar las esperanzas del pueblo. Israel tiene sus esperanzas. Es un pueblo dirigido hacia el futuro. Israel espera. No cree que todo le ha sido ya dado, que todo le es conocido. Israel espera la paz. Ahora bien, el shalôm es siempre un don, esperado, pero incierto. La paz hebraica es naturalmente de naturaleza religiosa. Es un concepto que parece haber nacido para expresar el contenido del mesianismo bíblico. Se puede decir que es en Israel donde nació la idea de una paz definitiva, estable, perpetua, no como simple utopía, sino como posibilidad. El ideal de una paz definitiva forma parte de la constitución misma de Israel (Jer 29,11).
Es sobre todo en el libro del Deuteronomio (Dt 7,6-14;28,2-10) donde encontramos que la definición más exacta de paz es bendición. Una paz no del alma ni individual, sino la paz del pueblo. Una paz real, concreta. Pero que a la vez no es producto de una solución de conflictos. Israel no espera la paz por acuerdos políticos con los vecinos o por una pacificación de los imperios contrincantes. Israel espera la paz como don de Dios. Una paz  para él, para sí, una paz en la historia.

Una paz en la historia, pero no una paz de la historia. La historia de los pueblos es la historia de las guerras. El pueblo bíblico no espera la paz como consecuencia de una buena política, ni de una evolución espontánea de factores históricos, sino de Dios que es el Señor de la historia y de todos los pueblos (Is 2,2-5). La paz es de Dios, mientras que la guerra no viene de Dios. La paz es el don mesiánico por excelencia. El Enmanuel será el “príncipe de la  paz” (Is 9,5).

La paz es, pues, una realidad prometida pero no debemos ver en ella un sueño lejano e inconsistente; al contrario, por la fe las realidades que se esperan son ya actuales. Si los pueblos deben un día vivir en paz entre ellos, no hay razón para que no tiendan a ella ya desde el momento de la promesa, porque no hay promesa que no sea al mismo tiempo una obligación, una tarea. Así lo entendieron admirablemente los profetas (Is 2,2-4; 11,6-8; Za 8,20; Miq 4,1-4; Os 2,20). El shalôm aparece como el valor central del humanismo profético”.

5.     Paz Como producto de la justicia
Hemos tratado de explicar hasta aquí los conceptos justicia y paz como categorías independientes. Ahora me propongo abordar  el vínculo que el AT establece entre estos dos sustantivos y cómo generalmente la paz depende de la justicia. Para esto partiré de Isaías 32,17:

“Y será hechura   de la justicia la paz y trabajo de la justicia tranquilidad y confianza por siempre” (Isaías 32,17).
Hechura= Mahasah
Justicia= Sedeqah
Paz= Shalom
Trabajo= Abodah
 Confianza=Shaquet

El texto que nos ocupa si bien está en el trecho atribuido al  primer Isaías (Isaías 1-39), es una relectura pos-exílica ,  puesto que plantea la posibilidad de la paz como producto de la justicia punitiva, un asunto que sería extraño al Isaías original que es un profeta de juicio sin tregua.

Nuestro texto se encuentra en el tercero de tres oráculos:
      Rey justo                       Juicio                    Desnudamiento
       V. 1-5                           v. 6-14                     v. 15-20

Como lo muestra el esquema, el juicio se encuentra en el centro mientras que los extremos hay indicios de esperanza. Según el juicio que se establece, Alguien se apodera de la comida del hambriento y de   la bebida al sediento (v.6);  el tramposo enreda al simple y trama juicio contra el pobre (v.7-8); Existen en el pueblo mujeres confiadas e indolentes que representan el poder establecido y por lo cual faltará la cosecha (v. 9-12; ver Is 3,16-4,1); caerá contra el pueblo espinos y cardos y ruina contra los palacios y la ciudad (v. 13-14).

En los extremos, el texto nos plantea dos alternativas: 1. Un rey (v. 1-5)  Se dice que este rey “será como  refugio contra el turbión y como arroyo de aguas en tierra de sequedad” (v. 2), un rey que no genera ofuscamiento (v.3); en este reinado, los necios entenderán y los tartamudos hablarán (v.4), el ruin no será llamado generoso, ni el tramposo espléndido (v.5). Respecto de este mismo asunto, el propio Isaías dirá que el concejo de Faraón son una suerte de imbéciles (ver Is 1,3). 2. La comunidad que recibe el espíritu de lo alto (v. 15-20): parece que el texto remete para la vida del campo puesto que “el desierto se convertirá en campo fértil”  (v. 15-16). En este contexto es que se  va a decir que “hechura de la justicia será la paz, tranquilidad y confianza” (v. 17). Es en el ámbito campesino donde es posible encontrar la tranquilidad y la confianza como producto de la justicia como en el Salmo 23. Esto hará posible que “su pueblo llegue a habitar  en moradas de paz” (v. 18); mientras que  “la ciudad será abatida” (v. 19). La condición es “sembrar junto a las aguas y dejar libre al buey y al asno” (v.20).

Es en este contexto donde Juzgar en sedeqah  no significa absolver o condenar simplemente (ver Is 61,1), sino eliminar un conflicto en interés de la comunidad, de modo que se restablezca el derecho del que había sido perjudicado en su existencia y se neutralice al perturbador de la paz, para que pueda surgir una situación óptima de concordia pública y de bienestar. Es en este ambiente de justicia y paz donde shalom es como un torrente  y sedeqah como las olas del mar (Is 48,18). En otras palabras, donde hay Shalom, no se requieren vigilantes y donde hay sedeqah, no se necesitan capataces (Is 60,17).
Cuando el texto dice “la obra de la sedeqah será shalom” (Is 32,17), quiere  decir que hay una dialéctica entre Sedeqah y Shalom. Por un lado, sedeqah  moldea el shalom  y por otro lado, shalom se convierte en el contenido que genera torrentes de justicia. Al final, los dos se besan (sal 85,11).

El resultado de esta interacción entre Justicia y paz en la confianza. Cuando El concepto “mujeres” despreocupadas  (ver Is. 3,16-24) igual que en Amós 4,1-3, es leído en su contexto, suponen en el trasfondo prácticas de injusticia social amparadas en el aparato militar (Is 31, 9b. 10a. 11a). Aquí, la confianza es la que garantiza a la clase social dominante vivir de la injusticia. Por el contrario de esto, en Isaías 32, 17, la confianza y la tranquilidad, significan que el aparato militar es absolutamente innecesario porque la sociedad está  fundada sobre la base de la justicia y el derecho.

Todo esto nos permite concluir que   partimos de las injusticias de nuestro pueblo y de la necesidad de la  construcción de la paz como hechura de la justicia. El texto denuncia que el pueblo está siendo gobernado por imbéciles, a través de un modelo económico de despojo y de una justicia mafiosa (Is 1,3; 19,11; 32,6-14). Se plantean dos alternativas: el gobierno de un rey justo y él desnudamiento del Espíritu de lo alto que empodera la justicia para moldear la paz. Por otro lado, la justicia no consiste en absolver o condenar sino en eliminar un conflicto para restablecer el derecho de la comunidad. La paz no es algo estático, sino una potencialidad moldeada por la justicia que genera Movimiento y confianza. Así mismo, la confianza puede significar que la clase social dominante vive de la injusticia apoyada en el aparato militar, o puede significar  que el aparato militar es absolutamente innecesario por causa de la justicia que moldea la paz.


[1] Véase Andrés Nanclares. Entraña calvinista. El Espectador. 30 de Diciembre de 2011.
[2] Santiago Gamboa. La Guerra y la Paz. Debate, Bogotá, 2014.

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