EL CONCEPTO DE APÓSTOL EN EL NUEVO
TESTAMENTO
Por: Mag. Israel Osorio
CONSIDERACIONES ETIMOLÓGICAS Y
LINGÜÍSTICAS DEL CONCEPTO “APÓSTOL” EN EL NUEVO TESTAMENTO
El
vocablo apóstol se encuentra alrededor de 80 veces en el N.T., donde toma una
connotación eminentemente cristiana tanto que la palabra llega a ser una transliteración
y no una traducción del griego ἀπόστολος (apóstolos). Este
sustantivo proviene del verbo ἀποστέλλω (apostéllo) que significa enviar[1].
Verbo que ocurre más de 130 veces en el N.T. siendo muy abundante especialmente
en los evangelios y en el libro de Hechos de los apóstoles.
Fuera
del N.T., en la literatura extra bíblica, el verbo ἀποστέλλω tiene una
connotación más amplia llegando a significar o a describir al almirante de una
flota marítima y en muchas ocasiones se refiere a la flota misma[2].
En el comienzo mismo y en el griego antiguo el concepto del término ἀπόστολος
(apóstolos) difería un poco del que más tarde tomó en el N.T., donde el término
se usa para designar a un delegado comisionado y plenamente autorizado[3].
En
lo que tiene que ver con el griego del A.T., en los LXX aunque el verbo ἀποστέλλω es muy abundante,
el sustantivo ἀπόστολος se encuentra una sola vez (véase LXX, 3 Re 14:6) para
designar a un profeta comisionado.[4] En
este sentido en el N.T. Jesús es llamado ἀπόστολος (He 3:1) pues fue el
enviado del Padre para traer la revelación definitiva de una vez y para
siempre.
DIVERSOS USOS DEL
TÉRMINO “APÓSTOL” EN EL N.T.
En
el N.T., el término “apóstol” es usado en varios sentidos. En primer lugar, el
vocablo es usado para designar a los doce discípulos elegidos por Jesús para
acompañarlo y ayudarlo en su misión durante todo el tiempo que el Señor vivió
en la tierra y especialmente para ser testigos de su resurrección (Hch 1:21-22)
este grupo es denominado por Mateo y Lucas en cuatro ocasiones como “sus doce
discípulos” (Mt 10:1; 11:1; 20:17; Lc 9:1) o “los doce apóstoles” (Mt 10:2; Lc
6:13; Ap 21:14) estos conforman un grupo muy especial designado más comúnmente
por el N.T. como “los doce”, en 26 ocasiones.
En
segundo lugar, el N.T. tiene también una manera no oficial sino más bien
funcional[5] de
usar el término “apóstol”, en este grupo bien pueden estar incluidos miembros
del grupo de los doce junto con los que no pertenecen al grupo oficial de los
doce (Hch 14:4, 14; 1 Co 4:9; 15:7, 9; Ga 1:18; 1 Ts 2:6).
En
tercer lugar el vocablo también toma en el N.T. un sentido más amplio en donde
es usado para designar a emisarios comisionados como mensajeros de algunas
iglesias (2 Co 8:23; Flp 2:25)[6].
En este sentido la palabra “apóstol” debe ser interpretada teniendo en cuenta
la perspectiva cronológica, pues desde este punto de vista, el sentido que el
vocablo tiene en el año 29 ó 30 d.C. en el contexto de Jesús, difiere un poco
del sentido que toma 15 ó 20 años después en el contexto de Pablo, donde
designa a un grupo más amplio que el de los doce y donde sencillamente connota “mensajero”,
“enviado”, lo que más tarde llegó a ser el equivalente de “misionero” y en este
caso se asocia con el establecimiento de iglesias.
En
cuarto lugar, otro sentido en el que es usado el vocablo “apóstol” es para
designar a los “falsos apóstoles y obreros fraudulentos” (2 Co 11:13) y a los que se autonombraban
apóstoles y que pululaban por muchos lugares entre la cristiandad primitiva (Ap
2:2).
Hoy
por hoy, debido a que cada cristiano se hace emisario de la gran comisión puede
decirse entonces de los cristianos que son “apóstoles” en el sentido más amplio
y extendido del término.
LA IMPORTANCIA
RELEVANTE DE LOS DOCE APÓSTOLES EN EL N.T. Y EN LAS PRIMERAS COMUNIDADES
CRISTIANAS
Los
evangelios nos cuentan que de entre los discípulos que seguían a Jesús él
“escogió a doce” a quienes constituyó “apóstoles” (Lc 6:13; Mc 3:13-14; Mt
10:1,2a; 11:1) estos “doce discípulos” o “doce apóstoles” forman un grupo
especial entre un número mayor de discípulos. El objetivo es el de que
estuvieran con él y enviarlos a predicar con plenos poderes[7].
La
importancia relevante de los doce apóstoles se debe, por una parte, a que
fueron los testigos oculares del Cristo resucitado y los primeros que
proclamaron de manera definitiva y para todos los tiempos el evangelio de la
gracia de Dios revelado en Jesucristo, en este sentido llegaron a constituirse
en “columnas y fundamento” de la iglesia. En segundo lugar, su gran importancia radica
en que en lo sucesivo, y en el marco de las grandes diatribas y enfrentamientos
con los movimientos de carácter espurio y herético, la pertenencia al círculo
de los doce apóstoles se convirtió en criterio de ortodoxia dentro de la iglesia
cristiana. Así, la iglesia de todos los tiempos debe entenderse apostólica,
esto es, vinculada y afirmada en las enseñanzas de los apóstoles del Señor
Jesucristo en su fase originaria y normativa[8].
En
el N.T. el grupo de los “doce apóstoles” forma un grupo especial que se
distingue netamente del grupo más amplio de “apóstoles” que rebasa el número de
los doce y que fueron comisionados como “enviados” como “misioneros” para
realizar la obra de evangelización y la de fundar iglesias.
Como
testigos oculares del resucitado y como fundamento de la iglesia, los doce
apóstoles son algo irrepetible, insustituible e irremplazable. En este sentido, el colegio apostólico de los
doce no puede tener sucesores y no tienen sucesión apostólica. En virtud de
esto los doce apóstoles son el fundamento de la iglesia, no sólo de comunidades
aisladas sino dela iglesia de todos los tiempos y de todos los lugares (Ef
2:20; Ap 21:14). Después de la muerte de los apóstoles, el apostolado como
testimonio ocular de la resurrección y como elección no puede tener
continuación. No se extingue, sin embargo la misión confiada a los doce
apóstoles ya que esta abarca la propagación del evangelio a todas las naciones
hasta el fin de los tiempos. La apostolicidad de la iglesia consiste no en una
sucesión física de individuos como colegio apostólico sino en virtud del
mensaje, la fe y la obediencia a las enseñanzas y ordenanzas apostólicas
consignadas en el N.T. En este sentido, todo cristiano se encuentra situado en
la sucesión de aquella actividad de los apóstoles que edifica a la iglesia y
tiene una responsabilidad en común con el ministerio de los pastores. Desde la
apostolicidad así entendida, podemos afirmar que la iglesia toda como cuerpo de
Cristo edificada sobre el fundamento de los apóstoles es la sucesora de los
apóstoles, pues ella se encuentra ligada permanentemente a su comienzo
fundacional porque es la depositaria de la fe que fue dada de una vez para
siempre (Judas 3)[9].
Esto
implica que la iglesia debe estar y permanecer conformada permanentemente al
testimonio de los apóstoles que está consignado en la Biblia, en forma especial
en el N.T., así, la iglesia como cuerpo, y cada uno de sus miembros, deben
fidelidad al testimonio apostólico que es la expresión del testimonio del Señor
de la iglesia, el Señor Jesucristo, quien es el fundamento último de la
iglesia.
Lo
que distingue al grupo de los doce apóstoles en forma decisiva es el haber
recibido el llamado directamente y personalmente de labios del Jesús terreno;
el haber vivido con Jesús y haberlo acompañado durante todo su ministerio;
haber escuchado sus palabras y visto sus milagros; haberlo visto en distintas
ocasiones después de resucitado (Hch 1:1-3) haber asistido a su ascensión al
cielo y haber recibido de sus propios labios la gran comisión y la promesa del
Espíritu Santo.
Todos
estos hechos es lo que hace que el grupo de los doce apóstoles sea un grupo
peculiar por encima de cualquier otro grupo o individuo, aún del gran apóstol
Pablo. Pablo no es testigo ocular ni auricular de la vida, las enseñanzas y los
milagros de Jesús mientras este estuvo en la tierra. Por ello cuando tiene que
atestiguar ciertas cosas, Pablo se remite al testimonio de los doce; cuando en
su discurso en Antioquía Pablo trata el tema de la resurrección de Jesús no lo
fundamenta en su experiencia de Damasco, sino que san Pablo apela, como
testigos, a los que subieron con Jesús de Galilea a Jerusalén, y a los que se
apareció durante muchos días (Hch 13:31) dándoles múltiples pruebas de su
resurrección (Hch 1:2-4) san Pablo está referido al testimonio de los doce, él
tiene que recibir necesariamente este testimonio de ellos y sólo entonces puede
él también transmitirlo.
Lo
que le sucedió al apóstol Pablo en el camino a Damasco no es lo mismo que lo
que habían vivido los “doce” en su experiencia con Jesús en la resurrección y
en los días siguientes. Así, el gran apóstol Pablo se ubica en otro plano que
los doce. En el caso de la experiencia de los doce con Jesús y la del apóstol
Pablo: no se pueden equiparar las experiencias y el testimonio que dan los doce
y el testimonio que da san Pablo, pues en el caso del testimonio de los doce no
se suprime la conexión existente entre el Jesús resucitado y el Jesús de antes
de la muerte, entre el Jesús de la historia terrena y el Jesús resurrecto. Esta
conexión no se da en la experiencia de san Pablo; si se equiparan las dos
experiencias, la de los doce y la de Pablo, se correría el peligro de
considerar la experiencia de los doce como algo que ya no está en relación con
el Jesús histórico y de ver en la predicación de ellos sobre el Resucitado el
comienzo mismo de la nueva creación de la existencia cristiana[10].
Así para poder aparecer como testigos de la resurrección de Jesús, no basta que el Señor se les haya aparecido a
algunos, pues apenas sería posible pensar que todos los quinientos a quienes se
les aparece el Señor resucitado (1 Co 15:6) cumplieran las condiciones
expresadas en Hechos 1:21-22. Sólo podía ser testigo aquel que juntamente con
los doce, ha convivido con el Señor todo el tiempo que él vivió entre ellos
desde el bautismo de Juan bautista hasta la ascensión a los cielos.
Aquí
hay que enfatizar también el papel que desempeñan los recuerdos de los sucesos
que los doce apóstoles habrían grabado indeleblemente en la memoria y por ello
estos sucesos podían ahora constituir el puente que enlazaba un tiempo con
otro: su experiencia con Jesús terreno y luego con el Resucitado. Esto es,
desde el bautismo de Jesús en el Jordán, pasando por la pasión y muerte, hasta
su resurrección.
El
testimonio de los doce apóstoles abarca todos estos acontecimientos y la
revelación del Espíritu Santo que los interpreta como acontecimientos
redentores y salvadores. Estas son las razones, entre otras, por las cuales el
apostolado de los doce es algo único e irrepetible.
Hoy
por hoy, sólo en el sentido más amplio del término “apóstol”, entendido como
“mensajero” comisionado y enviado por una iglesia o iglesias y que se encuentra
por lo mismo sujeto a quien lo envía y bajo su supervisión y cobertura, puede
decirse que hay apóstoles y han existido en la vida y en la historia de la
iglesia cristiana; pero no en el sentido en que hoy suele entenderse el
concepto, considerando el apostolado como la mayor y única autoridad en la
iglesia y por encima de cualquier otro ministerio. Por el contrario, debe estar en función de la
iglesia y sujeto a ella y al resto del ministerio y comprometido en la
plantación de nuevas iglesias. En el capítulo 14 de Hechos, los apóstoles o
misioneros enviados, después de realizar su trabajo regresan a la iglesia que
los envió, presentan su informe, y ésta evalúa, estimula y apoya ( Hech. 13:
1-3; 14:24-28) Este en un ejemplo del verdadero apostolado en el N.T.
[1] En su forma infinitiva griega ἀποστέλλειν (apostéllein)
[2] Cf. Coenen Lothar – Beyreuther Erich – Bietenhard, Diccionario teológico del N.T. Tomo I (Salamanca:
ediciones sígueme, 1990), 139ss.
[3] Cf. Kitell Gerhard – Friedrich Gerhard, Compendio del diccionario teológico del N.T. (Grand Rapids,
Michigan: Libros Desafío, 2002), 74ss.
[4] Kitell Gerhard – Friedrich Gerhard, Compendio del diccionario teológico del N.T., 76.
[5] El apostolado puede considerarse tanto desde el punto de vista de
la función como del puesto u oficio, esto último es referido al grupo especial
de los doce escogidos en forma oficial por el mismo Jesús.
[6] En estos pasajes la versión RVR 60 traduce “mensajero” pero el
vocablo original es ἀπόστολος (apóstol).
[7] Aunque el número doce no tiene nada que ver con el apostolado ni es
lo esencial del mismo, sin embargo, dicho número no es casual sino que, así
como el núcleo del antiguo pueblo de Israel lo constituyeron los doce
patriarcas de Israel, así ahora los doce apóstoles forman el fundamento del
nuevo Israel, el nuevo pueblo de Dios. Esto se ve con claridad en el hecho de
que cuando el número de los doce apóstoles quedó incompleto por la desaparición
de Judas los once tuvieron que restablecer el número con la elección de Matías
(Hch 1:15-17,21-26) Jesús mismo establece algún paralelo entre los doce
apóstoles y las doce tribus de Israel (Mt 19:28; Lc 22:30; véase también Ap
21:12,14) podemos notar que una vez muerto Santiago, uno de los doce, ya el
grupo no siente la necesidad de remplazarlo por otro personaje como sí sucedió
cuando faltó Judas. Esto les da a los “doce” un carácter particular y una
función y significación fundamental que los distingue completamente de los
demás miembros de la iglesia del primer siglo.
[8] La idea evangélica protestante de apostolicidad, a diferencia del
catolicismo, no depende de la sucesión apostólica de sus ministros
eclesiásticos sino de la permanencia de la iglesia en el mensaje y la doctrina
apostólicos.
[9] Aunque la versión RVR traduce “la fe que ha sido una vez dada a los
santos” el sentido del ἅπαξ sería mejor traducirlo aquí como “una vez para
siempre” como He 9:26.
[10] Este es el camino que recorre R. Bultmann cuando considera el
kerigma apostólico (en este caso, con la admiración y el respeto que el
profesor Bultmann nos merece, tenemos que disentir de su postura y frente a
ella hay que destacar la diferencia que existe entre lo que le sucede a los
doce y lo que le sucede a san Pablo cuando se les aparece respectivamente el
Jesús resucitado, y por consiguiente, la diferencia de su testimonio).