JUSTICIA Y PAZ EN EL NUEVO TESTAMENTO
Por: Lic. Germán Suárez
Una ponencia no es una imponencia. Quiero decir que
es solo una opinión o propuesta que no tiene que ser aceptada por usted, si no
quiere. Hasta las más profundas y rigurosas investigaciones tienen sus
contradictores, y esta no es ni rigurosa, ni profunda. Así que esa famosa
expresión utilizada por la mayoría de nosotros los profesores “está demostrado”
para mandar callar al estudiante contradictor y molesto, puede ser fácilmente
desmentida, porque está demostrado que la relatividad en el conocimiento, es
exactamente igual que en las comidas. Como diría el boyaco: “En gustos es como
el que come cocido”. En el conocimiento también.
Hablando
del conocimiento, quiero hacer para ustedes una serie de preguntas profundas,
como lo son todas mis inquietudes. Por supuesto atañen al tema de esta
ponencia. Respóndanlas mentalmente:
1. ¿Cree usted que fue justo todo lo que les pasó
a las hermanitas Calle?
2. ¿Siendo Radamel Falcao un creyente evangélico,
es justo que le sucedan todas esas cosas?
3. ¿En
medio de tanta contrariedad en su vida y la de su hogar, James Rodríguez tendrá
paz en su corazón?
4. ¿Es
primero la paz y luego la justicia, o primero la justicia y después la paz?
5. ¿En
que se parece la paz que se percibe en un acuario con solo bailarinas, a la que
dice Jesús que él ofrece?
UNA JUSTICIA O VARIAS, UNA PAZ O MUCHAS.
La
justicia y la paz tienen tantas definiciones y perspectivas como autores,
escuelas, ideologías, eruditos, bruticos y hasta teologías. En el Nuevo Testamento no hay un solo
concepto de justicia. Tampoco uno solo de paz. Déjenme explicarme.
JUSTICIA DIKAIOSUNE por
ejemplo, de acuerdo al DTDT, aparece 34 veces en Mateo y en las epístolas de Pablo (17 en cada una) (Coenen, 1990) . Otras tantas en
Lucas, evangelio y primera carta de Juan. Se encuentra además en Efesios y las cartas
pastorales, en Hebreos, Santiago, así como en la primera y segunda carta de
Pedro. Estamos hablando de que con unas pocas excepciones (Colosenses Judas y Filemón) dikaiosune, o
algunas de sus acepciones, están en prácticamente todo el Nuevo Testamento. El
problema es que no significa lo mismo para todos, o por lo menos las connotaciones,
no son las mismas.
Comencemos
por el que más les gusta: El apóstol Pablo. Para este siervo, la justicia solo
es de Dios. Filipenses. 3: 9 “... no
teniendo mi propia justicia, que se basa en la Ley, sino la que se adquiere por
la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios y se basa en la fe.” Por
lo tanto, no puede ningún humano sea judío o gentil llamarse justo, pues no
existe en su teología posibilidades de encontrarse un humano justo. Y menos una
humana. Romanos 3: 10-11 “como está
escrito: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque
a Dios…” En ese sentido, como no hay justo tampoco puede haber justicia; ya
que todas las creaturas están bajo el pecado y por ende bajo condenación,
Romanos 3 23 “por cuanto todos pecaron y
están destituidos de la gloria de Dios”. Como la justicia solo reside en
Dios, entonces solo hay una forma de recibirla. Por la fe en Cristo Jesús. Romanos 1. 17 “pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe,
como está escrito: más el justo por la fe vivirá”, Romanos 10 3, 9-10;
Gálatas 2 16. En realidad, Pablo considera que solo así somos justificados, es
decir, perdonados o exonerados. Romanos 5. 1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo,”. No existe, para Pablo, posibilidad alguna de auto
justificarnos. 1 Corintios 1 30.”Pero por
él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención” De manera que como él
mismo lo dice: “nadie se jacte en su presencia” 1 Corintios 1.29.
Las
cartas pastorales y el escritor de Hebreos plantean un énfasis práctico en el
tema de la justicia, previamente recibida por fe y por Gracia. 2 Timoteo 2 22 “huye también de las pasiones juveniles y
sigue la justicia, la fe, el amor y la paz…” Tito 3.5. “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,
sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo”. Esto significa que el creyente habiendo
recibido la justificación por la fe, ahora debe seguirla 1 Timoteo 4 11 “Esto manda enseña…”, es decir que para ello debe usar y meditar en las
Escrituras por las cuales se instruye para justicia, 2 Timoteo 3. 16 “Toda la Escritura es inspirada por Dios y
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.
Aparentemente,
Santiago no está muy de acuerdo con Pablo. Su contundente postura se resume en
2 24 “Vosotros veis pues que el hombre es
justificado por las obras y no solamente por la fe”. Para nuestro
propósito, Santiago ve la justicia como un asunto vivencial. La demostración de
la justicia dada por Dios por medio de la fe en su Hijo, se expresa a partir de
buenas obras.
Radicaliza
la posición de Santiago el autor de Primera de Juan2 29b. “…sabed pues que el que hace justicia es nacido de él.” Así como en 3. 7 y 3.10. “El que hace justicia es justo como él es justo…todo aquel que no hace
justicia y que no ama a su hermano no es de Dios”. Hasta Apocalipsis
colabora 22 11. “…el que es justo,
practique la justicia todavía,”
Por
último los sinópticos, específicamente los evangelios de Mateo y Lucas, plantean
la justicia desde la praxis evangélica. Para ellos, hombres y mujeres como José
el padre de Jesús, Zacarías, Isabel, Simeón, José de Arimatea y Cornelio, aun
antes de conocer a Jesús, ya son
considerados justos y hacedores de justicia. Mateo 1 19 “José, su marido, como era justo y no quería infamarla, quiso dejarla
secretamente”; Lucas 1, 5-6 “… ambos
eran justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos
y ordenanzas del Señor”; Lucas 23. 50 “Había
un varón llamado José, de Arimatea, (…) hombre bueno y justo”; Hechos 10 22
“Ellos dijeron: Cornelio el centurión,
varón justo y temeroso de Dios…”. Y Juan, el evangelio solitario, lo
plantea desde la obra del Espíritu Santo 16 8 “el convencerá al mundo de
justicia por cuanto voy al Padre”.
¿Qué
hacemos con esto, sin haberlo dicho todo? Nada. Cada quien se queda con su
concepto de justicia, o por lo menos con el énfasis de su escritor preferido.
Sin embargo, como ejercicio pedagógico y peleológico, planteo para ustedes
algunas ideas concretas fruto de mi reflexión sesuda.
1. La justicia en el Nuevo Testamento es un tema
de perspectiva. Si el enfoque es soteriológico,
entonces ella le pertenece solo a Dios y en ese sentido, solo puede ser justo y
hacer justicia un creyente. O sea, un evangélico. Si el enfoque es Ético, entonces se amplía el marco a
cualquier persona que desee hacer las cosas correctamente y guarde el principio
de equidad. Si el enfoque es social
entonces la justicia estará ligada exclusivamente a la redistribución del
ingreso y a la lucha por el derrocamiento de las estructuras de poder. Si el enfoque
es espiritual, entonces solo se debe
buscar la justicia en el Reino de Dios y las necesidades materiales básicas,
serán cubiertas y no tendrán mayor importancia. Si el enfoque es político, no tengo idea, porque en la
política no hay justicia.
2. Según
dos de los sinópticos (Mateo y Lucas) la Justicia es una necesidad apremiante
de los pobres de Espíritu. Según Pablo, es un don de Dios gratuito y recibido
por fe. Según Santiago, es un resultado de las buenas obras y la fe. Según
Juan, es una lección práctica del Espíritu Santo.
3. Para
el Nuevo Testamento, la Justicia es el resultado maravilloso del encuentro del
ser humano con la Gracia Salvadora de Jesús. Es la demostración de la presencia
y Obra del Espíritu Santo en el creyente y en la Iglesia.
4. Sin
embargo, no se puede olvidar que la Justicia es solo el primer paso de un
proceso espiritual, que continua con la piedad, la fe , el amor, la paciencia y
la mansedumbre (1 Timoteo 6 11) O, paz y gozo del Espíritu Santo Romanos 14 17 “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y
gozo en el espíritu Santo”
5. Por
último, la justicia de Dios nunca se podrá comparar con la justicia humana.
Desde esa perspectiva Dios no es justo. Es Amor.
PAZ. EIRENE
Según el mismo DTDT el término aparece 91 veces. Se encuentra en los evangelios
en 24 ocasiones: 4 en Mateo, 1 en Marcos, 13 en Lucas, 6 en Juan, 7 en Hechos, 43 en la literatura
Paulina, 4 en Hebreos y 2 en Apocalipsis (Coenen, 1990) .
Se
puede hablar de una o varias teologías de la justicia, pero no tantas de la
paz. La mayoría de los pasajes arriba mencionados, están haciendo referencia a
salutaciones de bienvenida o despedida, como corresponde al origen hebreo y
arameo del término y trasladado para los mismos fines al griego. Sin embargo,
en los evangelios, particularmente en el de Juan, hay una especial visión
acerca del concepto de paz. Pablo nos regala uno o dos pasajes que profundizan
la temática como más allá de un saludo especial. Y en mi opinión, Santiago deja
una perla sin duda preciosa y en ese sentido valiosa. Veamos:
Según
Lucas, para Jesús, LA PAZ no es solamente un deseo de bienestar sino más bien
una esencia. En el conocido capitulo diez, la misión de los 70, Jesús dice: 10.
6. “y si hubiere allí algún hijo de paz,
vuestra paz reposará sobre él; y si no, vuestra paz regresará a vosotros” La
paz es una especie de perfume que se esparce en el lugar en donde somos
bienvenidos. Para efectos de la misión, y presumo que para lo demás, los
discípulos de Jesús deberían apreciar la paz de su corazón como perfume de alto
precio, de manera que no se podría desperdiciar en aquellos lugares en los
cuales se les cerraban las puertas. Es cierto que la paz del ser se puede perder
muy fácilmente. Debo eso si aclarar, que algunos “evangelizadores” no
necesariamente es paz lo que llevan a las casas. A estos, por el contrario, no
debemos darles nuestra paz… ni nuestra plata, ni nada…
El
evangelio de Juan, es puntual al resaltar el legado de Jesús para sus
discípulos. Les dejó su paz. 14 27 “La
paz os dejo, mi paz os doy”. Por eso insisto que es una esencia. Pero en
este pasaje, el tema concreto no es la paz misma, sino el como ella se otorga,
a diferencia de como el mundo la da. ¿Y cómo la da el mundo? Bueno, para los
discípulos era claro. No tanto para nosotros. En los tiempos de Jesús, La pax
romana advertía una tregua en medio de la situación de servidumbre y vasallaje.
Era una paz condicionada por la resignación y la entrega. La que Jesús ofrecía,
estaba fundamentada en la libertad y en el gozo. Ni más ni menos, que por medio
del Espíritu Santo. Recordemos una de las virtudes del fruto del Espíritu. Muy
a propósito, Juan 16 33 reafirma “Estas
cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción,
pero confiad, yo he vencido al mundo”.
El
apóstol pablo hace una recomendación relacionada con la paz. Efesios 4. 3. “solícitos en guardar la unidad del
Espíritu, en el vínculo de la paz”. Tiene
mucho que ver con lo dicho por el evangelio de Juan. Si me permiten parafrasear
diría. “Puntuales y diligentes, para conectarse al Espíritu Santo, por medio de
los lazos de la paz”. Es muy interesante,
como la garantía de la presencia del Espíritu Santo, es la paz de nosotros y
entre nosotros.
El
mismo Pablo, pero escribiendo a los Filipenses, categoriza la Paz de Dios. “Y la paz de Dios que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús” Filipenses 4 7. O sea, que la paz de Dios, en el alma, es
incomprensible pero además cuida nuestros sentimientos y pensamientos. Es
decir, la base de nuestras intenciones y acciones. Si quieren más, lo que sigue,
podría sellar lo que en el Nuevo Testamento es el poder de la paz de Dios en la
vida del creyente, pues es posible que ella se convierta en la directora y
jefe. “Y la paz de Dios gobierne en vuestros
corazones, (…) y sed agradecidos” Colosenses. 3 15. Curioso, que una prueba
de la presencia y soberanía de la paz de Dios en nuestra vida, sea nuestra
capacidad para agradecer.
Bueno,
entonces resumamos con algunas preguntas. O sea, a la mayéutica y concluyamos.
1. Si la paz es un perfume valioso que no hay que
desperdiciar de ninguna manera, me pregunto: ¿A qué olerá la guerra? Supongo
que inmundo.
Entonces,
¿Cómo es que no lo captamos y nos apartamos?
2. Si
la Paz la otorga el Espíritu Santo, ¿De cuál paz se está hablando en la Habana?
3. Por
otra parte, si en efecto el Espíritu Santo está entre nosotros, y nos ministra la
Paz de Dios, ¿Por qué tanto miedo?, ¿por qué tanto conflicto?, ¿por qué tanta
ingratitud?
4. a.
¿La paz se construye o se siembra?
b.
¿Cuánto demora para dar fruto?,
c. ¿Después
de una cosecha qué sigue?
CONCLUSIONES
El
apóstol Santiago corrige una aseveración muy de moda. “la paz y la justicia se construyen” Según el apóstol no es así. La
paz y la justicia se siembran. Veamos. “Y
el fruto de justicia se siembra en paz, para aquellos que hacen la paz”
Santiago 3 18.
Los
seres humanos podemos construir familia, empresa, personalidad, arrugas,
barriga, país, pero justicia y paz no.
El salmo nos dice que la justicia florecerá y mucha paz se cosechará
siempre. (Salmo 72. 7) El Nuevo Testamento no recuerda que la Justicia y la Paz
son dones de Dios entregados a sus hijos, para ser esparcidos como semillas de
amor, en medio de la tierra. La Gracia del Padre, permite recordar que los
sufrimientos humanos, los repiten los siguientes humanos, porque no dejamos de
cultivarlos. Generación tras generación, se cosechan conflictos, injusticias
corrupción, guerras, celos, amarguras etc. La iglesia misma no ha dado un
testimonio diferente. Los creyentes, por espirituales, pudientes e inteligentes
que sean, no dejan de sufrir los avatares de las envidias, las codicias y
persecución. Los escenarios más prósperos pueden distraernos y confundirnos,
arrebatando la paz de nuestro corazón.
Ni
la justicia, ni la paz, van primero. Van juntas, se besan y se abrazan para
cumplir el propósito de Dios en la vida. Se siembran y se cosechan a la vez. No
puede ir una sin la otra. Salmo 85, 10.
Cuando
quieras saber a qué paz se refería Jesús cuando anuncio: la paz os dejo mí paz
os doy, mira un acuario con bailarinas. Podrás descubrir lo que sigue de la
descripción de la paz de Dios, testada por Jesús. “NO SE TURBE VUESTRO CORAZÓN
NI TENGA MIEDO Juan 14 27 b. Tal cual, sin miedos, ni perturbaciones, solo la sensación
de un Dios que nos ama sin límites y provoca una PAZ, más allá de todo lo que
comprendemos.
Amar
la justicia y privilegiar la paz en nuestra alma, es un signo o evidencia del
Reino de Dios en nuestra vida